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sábado, 28 de abril de 2012

HONRARÁS A TU MADRE: Madres olvidadas por hijos ingratos





ti madre, ejemplo y pilar de mi vida, fortaleza y refugio para mis pesares, dicha y esperanza en mis sueños...gracias por tu amor, por tu apoyo, por tus enseñanzas, pero sobre todo, por mantener vivo el lazo de amor entre ambas... Y porque he aprendido que el tiempo apremia, no quiero dejar pasar  un solo instante sin  reiterarte ¡¡GRACIAS POR TU AMOROSA PRESENCIA!!

Madre, solo hay una 
Una madre es donde comienza la vida, quien nos resguarda en su vientre mientras nos formamos y crecemos, hasta que estamos listos para salir al mundo. 


Es ella quien satisface, por un largo tiempo, nuestras necesidades; nos alimenta, cuida, educa y, además, nos ama incondicionalmente durante toda su vida. 

Como hijos esperamos de ella el apoyo, el cariño y la comprensión; que entienda, escuche y hasta que adivine lo que nos pasa, lo que queremos o lo que sentimos; que nos de soluciones sin equivocarse y que sea lo suficientemente inteligente para saber hasta cuando dejar de intervenir en nuestra vida. 

El mayor valor que una madre puede tener es su entrega incondicional y absoluta. Generalmente, nunca espera nada a cambio del amor, comprensión y fortaleza que nos brinda en cada una de las etapas de nuestras vidas. 

Pero ¿acaso los hijos devolvemos un poco a todo eso que nos ha dado? 

El próximo 10 de mayo en México se celebra una fecha muy significativa, el Día de la Madre, y es por eso que en esta ocasión deseo dedicar este artículo a todas y cada una de esas invaluables mujeres: las madres. 

Muchas hemos tenido la dicha y el don de otorgar vida, de dar a luz a pequeños seres concebidos con amor, pero también existen otras madres que, sin haber engendrado biológicamente, portan dignamente el título de madres. 

NOTA: 
El año pasado publiqué un post titulado:
donde se incluyen frases célebres dedicadas a todas ustedes. 

Hay madres de diversos tipos: madres que se dedican al hogar, las que tienen que salir a trabajar por necesidad o porque desean desarrollarse profesionalmente; las que han dejado sus sueños a un lado para convertirse en cuidadoras absolutas de sus vástagos, las independientes, las madres solteras, las emprendedoras, las abandonadas por sus maridos, las exitosas,  las abnegadas ….en fin, a todas ellas:


Excepcionales y maravillosas madres:  
Siempre es tiempo de agradecerles lo que han hecho con amor y por amor, y para expresarles el orgullo que sentimos por tenerlas como valiosos e indispensables modelos de la maternidad. 

No obstante, con suma tristeza debemos aceptar que hay madres que han sido olvidadas, pues no todos los hijos piensan así, o bien,  son incapaces de demostrar algo de respeto y consideración... aún cuando,  todavía,  están a tiempo de hacerlo.

El artículo de esta ocasión está dirigido, muy especialmente, a las madres olvidadas, a las que por azares de destino, hemos tenido que sufrir la frialdad, la indiferencia y la ingratitud de nuestros propios hijos. Sí, esos seres que  cuidamos, protegimos y por quienes nos sacrificamos durante muchos años desde que nacieron, al crecer optaron por alejarse,  por abandonar a su suerte a quienes les dieron la vida, dejando una amarga sensación de vacío y soledad. 

Hoy, las madres olvidadas hemos tenido que aprender  a vivir solo con el recuerdo, cada día más borroso, de aquellos días felices, marcados por la entrega  de  incalculables dosis de amor incondicional. 


Antes de profundizar un poco más sobre la ingratitud que muchos hijos demuestran a las mujeres que los forjaron, deseo hacer un sincero reconocimiento a todas las madres, y como un pequeño homenaje, compartiré una reflexión sobre el significado de la maternidad. La autora, la conocida y brillante escritora chilena Isabel Allende, expresa con su peculiar estilo poético, lo que es… 

SER MADRE

“Por culpa del azar o de un desliz, cualquier mujer puede convertirse en madre. 

Dios la ha dotado a mansalva del “instinto maternal” con la finalidad de preservar la especie. 
Si no fuera por eso, lo que ella haría al ver a esa criatura minúscula, arrugada y chillona, sería arrojarla a la basura. 

Pero gracias al “instinto maternal” la mira embobada, la encuentra preciosa y se dispone a cuidarla gratis hasta que cumpla por lo menos 21 años. 

Ser madre es considerar que es mucho más noble sonar narices y lavar pañales, que terminar los estudios, triunfar en una carrera o mantenerse delgada.

Es ejercer la vocación sin descanso, siempre con la cantaleta de que se laven los dientes, se acuesten temprano, saquen buenas notas, no fumen, tomen leche…

Es preocuparse de las vacunas, la limpieza de las orejas, los estudios, las palabrotas, los novios y las novias; sin ofenderse cuando la mandan a callar o le tiran la puerta en las narices, porque no están en nada.. 

Es quedarse desvelada esperando que vuelva la hija de la fiesta y, cuando llega hacerse la dormida para no fastidiar. 

Es temblar cuando el hijo aprende a manejar, anda en moto, se afeita, se enamora, presenta exámenes o le sacan las amígdalas.

Es llorar cuando ve a los niños contentos y apretar los dientes y sonreír cuando los ve sufriendo. 

Es servir de niñera, maestra, chofer, cocinera, lavandera, médico, policía, confesor y mecánico, sin cobrar sueldo alguno. 

Es entregar su amor y su tiempo sin esperar que se lo agradezcan. Es decir que “son cosas de la edad” cuando la mandan al carrizo. 

Madre es alguien que nos quiere y nos cuida todos los días de su vida y que llora de emoción porque uno se acuerda de ella una vez al año: el Día de la Madre. 

El peor defecto que tienen las madres es que se mueren antes de que uno alcance a retribuirles parte de lo que han hecho. 
Lo dejan a uno desvalido, culpable e irremisiblemente huérfano. 

Por suerte hay una sola. Porque nadie aguantaría el dolor de perderla dos veces.” 

El texto anterior encierra los valores fundamentales que toda madre posee y, aunque no resulta fácil, podemos apuntar en cuatro puntos los valores que hacen a las madres únicas e irremplazables: Una madre es comprensión, responsabilidad, paciencia y amor.

Honra a tu padre  y a tu madre
"Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar" (Ex 20, 12). 

Este es el primer mandamiento con promesa. Está en vigencia para los niños y los jóvenes, para los adultos y los ancianos. No hay época en la vida en que los hijos estén excusados de honrar a sus padres, ni está sujeto a condición alguna...es un decreto. 

Creyentes o no, es una verdad innegable que tanto a los padres como a  las madres, les debemos respeto, atención, agradecimiento, consideración y amor. 

Hay que reconocer que existen hijos buenos, honorables, respetuosos, que dan la vida por salvar a sus madres de cualquier grave enfermedad o situación que se considere como riesgosa. Afortunadamente hay hijos preocupados que, jamás, abandonarían a su suerte a quien los engendró y cuidó. Hay muchos hijos que se preocupan, que llaman a sus progenitoras todos los días, sin importar la distancia, o bien, que ayudan económica y afectivamente a quienes le dieron el ser. 

No obstante, este es un artículo sobre los hijos que han perdido el rumbo, los que han alimentado su soberbia, a través del egoísmo y la ingratitud.  Es una lástima tener que escribir  acerca de un tema tan escabroso y frío como este, pero es necesario reconocer el valor que todas las madres tenemos, aunque algunas padezcamos de la ingratitud de los hijos.

Digo madre, 
Y una lágrima de impotencia humedece mis ojos,
Un dolor agudo me oprime lo más hondo del pecho, 
Una nube de angustia cubre mi rostro,
Una corriente helada me estremece hasta los huesos, 
Un sabor amargo sube a mi boca desierta… 
¡Es la culpa!, que se aloja en mi conciencia.

 Se ha comprobado que existen: 

- Hijos que, cuando la madre se enferma, tratan que quitarle lo que tiene, el fruto de esfuerzos, trabajo y sacrificios a lo largo de su vida. El dinero, casas y todo tipo de propiedades (del valor que sean), han sido motivos de robos y estafas, causados por los hijos a sus madres. 
-Hijos que no les interesa la salud de su madre, más bien desean que acabe de morir, porque la sienten como una carga. No piensan en lo que ella hizo por ellos durante su niñez y adolescencia. 
- Hijos que no se preocupan en saber de su madre, ni estando cerca, ni lejos. Se creen tan independientes o son manipulados por otros seres, que carecen de amor propio y preocupación, volviéndose insensibles ante el dolor materno. 

Sería larga la lista que ejemplifique las actitudes y acciones dolosas, alevosas e inconcebibles que muchos hijos cometen, pues hay quienes hasta han matado a sus propias madres por motivos infundados. Sabemos que no hay razón que justifique un crimen (mucho menos el que se comete contra una madre), pero tampoco son válidas las desconsideraciones de ningún tipo.

¿Acaso esos hijos piensan que no llegarán a tener descendencia?, ¿qué los impulsa a dejar de visitar a sus madres y expresarles una palabra de aliento y de amor? ¿Porque no hacerles una llamada para saber de ellas y, sin embargo, llaman constantemente o envían  mensajes de texto a los amigos cada dos minutos? ¿Por qué los dejan solos en los hospitales? ¿Es qué no se ponen en el lugar de las mujeres que les dieron la vida y que deberían ser amadas hasta el fin de sus vidas…o es que se han perdido los valores más esenciales como el amor, el respeto y la gratitud? 


Aún tratándose de las mejores madres, las que más han sacrificado por sus hijos, las que más han luchado por darles oportunidades que ellas mismas no tuvieron…  pueden tener hijos muy ingratos.

Se dice que la ingratitud de los hijos depende mucho de la educación que les hemos dado. Varios especialistas afirman que la sobreprotección a los hijos suele dañarlos severamente. Evitarles el sufrimiento, las carencias o cualquier dificultad que se les presente, a la larga influirá para convertirlos en adolescentes y adultos con un carácter débil, egoísta, indolente, inconsciente y vulnerable. 


Sin embargo, nunca toda la responsabilidad ni toda la culpa son de un tercero, ni siquiera de las madres que los educaron. Incluso, aunque las madres de los hijos ingratos hubiesen sido las peores madres del mundo, mal criadoras, irreverentes, ocupadas o consentidoras, siempre existe la posibilidad del libre albedrío para reaccionar de otra manera. A cierta edad lo que pasa con los hijos es decisión suya; finalmente, ellos escogen entre varios caminos, determinan cuál quieren seguir y la forma  con la que afrontarán la vida. 

Es devastador tener hijos desagradecidos, en especial, para una madre que ha sacrificado mucho de su propia vida, que ha dado buen ejemplo a sus hijos, incluso llegando a dejar de lado su propia vida para dar paso a la de sus hijos, los hijos ingratos le son doblemente dolorosos. 
«Mi vida nunca ha sido fácil. Muchas veces me vi obligada a trabajar para dar sustento a mi hija, quien ha sido todo para mí. Ahora es una mujer educada y bien posicionada, pero ya no está junto a mí, sólo me escribe muy de vez en cuando y no sé nada de ella. Ya no me necesita,  su vida gira sólo en torno a ella misma. Se olvidó de mí, una vez que alcanzó lo que tanto luché porque tuviese. Ahora sólo está disponible para sí misma y sus amigos. Yo, claramente, no estoy en su lista». 
Así habla una madre desconsolada ante la actitud de su hija; no existe la madre perfecta ni la mujer perfecta, pero cuando se es madre se trata de ser la mejor, y todo el amor que ha sido dado a la mujer, se derrama sobre los hijos. Se trata de que no tengan problemas y se les evita que pasen necesidades. Aunque la madre sea la que pase por todos los momentos malos, los hijos pasan a ser intocables. Se les mima demasiado, se le consiente tanto que muchas veces se les da sobreprotección. Los hijos deberían saber, que no siempre se les puede dar todo lo que quieren, porque a la larga no sabrán apreciar los sacrificios, y darán por sentado que sólo deben abrir la boca para obtener lo que pretenden. 


Esforzarse por hacerlo todo bien, es un anhelo imposible. Somos incompletas, tenemos grietas y fallas. Nos equivocamos, nos confundimos, no tenemos todo claro y esa es nuestra realidad. Pero eso no se le dice a un hijo, no se puede, ellos deben ver en una madre a la mujer perfecta, la que todo lo puede. Pero la realidad es que todos somos humanos y por lo tanto con muchos defectos. 


La ingratitud implica mucho pesar para cualquier persona, sobre todo si viene de un hijo .Las madres siempre están dispuestas a sacrificarlo todo por sus hijas e hijos, y a veces la vida así lo requiere. Hay madres que lo han dado todo por sus hijos e hijas, que no se han guardado nada y han dado de sí por ellos. Muchas veces trabajando de más, sacrificando comodidad e incluso llegando a sacrificar sueños por ver a sus hijos con algo mejor, con un futuro mejor, o por la sonrisa de un hijo un día cualquiera. 

A las madres que han hecho todo esto y más por sus hijos, la vida muchas veces les depara sorpresas desagradables: hijos e hijas que no les toman en consideración una vez llegan a independizarse. A una madre todo esto le duele mucho más cuando entra en cierta edad y las fuerzas flaquean y se sigue sin saber nada de esas criaturas preciosas por las que se vivió y desvivió. 

Como madre produce una enorme alegría y satisfacción en la vida ver que a una hija le salgan alas, se independice,  logre una profesión y un nivel de vida mejor que la nuestra. Todo ello es motivo de alegría y regocijo, pues es muestra de que nuestros sacrificios no fueron en vano. Pero duele enormemente que esas alas puedan llevar a los hijos tan lejos que ni se asomen a preguntar por nuestra salud, o si seguimos con vida. 

Resulta duro descubrir que una hija o hijo nos ha olvidado. Duele ver que ahora, personas extrañas son las que están para recoger las lágrimas de esa hija, que son ellos quienes la arropan cuando su mundo se viene abajo, y que no sólo ya no acuda a nuestro regazo para buscar cobijo en esos momentos, sino que tampoco está junto a nosotras cuando sentimos que el nuestro se desvanece. 

Yo, una madre olvidada, pero satisfecha con mi labor
No me considero una víctima, ninguna madre podría pensar así cuando todo lo que se hace por los hijos tiene un valor incalculable, pero tampoco, nadie, puede calificarme como una madre victimaria. Solo deseo compartir esta parte de mi historia, como una experiencia más acerca de este tema. 

- “Quiero volver a sentirme orgullosa de ti, como la madre que fuiste”


Esta frase, entre otras más, retumbará en mi cabeza y quedará guardada en lo más profundo de mi corazón  hasta el día en que muera. Fueron pronunciadas  por mi hija, justo cuando la situación  entre su padre y yo  se había complicado, ocasionando el derrumbe irremediable de la   familia que habíamos construido para ella.

Cabe mencionar que desde que ella nació y siendo hija única, mi objetivo primordial siempre fue brindarle lo mejor, aún a costa mía, y pensando que,  quizás, así era mejor madre. Esa forma de vida la fui forjando durante toda su infancia y parte de su adolescencia. 

Los años transcurrieron cuidándola, protegiéndola y haciéndome a un lado , hasta que la vida nos llevó, a su padre y a mí, a tomar decisiones irreversibles: terminar la relación matrimonial. En efecto, mi papel de esposa culminaba, pero supuse que el fuerte vínculo afectivo y emocional que existía entre ambas, entre una madre y su adorada hija, jamás se rompería;  pensé que  ese lazo indestructible podía  superar cualquier  adversidad...pero me equivoqué.

Sé que no fui una madre perfecta, pero ninguna lo es. Cometí errores, tuve fallas y poseo cientos de defectos, pero jamás me propuse herirla intencionalmente. 

La vida se trata de querer lo mejor para uno mismo, y esto que parece tan obvio, no lo fue para ella cuando se trató de mi propia búsqueda.  Tal vez fue difícil que lo entendiera debido a que yo nunca estuve dentro de sus prioridades, pues desde antes de que ella se fuera a estudiar al extranjero por un par de años, dedicó su vida a realizar múltiples actividades personales, las cuales yo misma la impulsaba a efectuar, propiciando que se mantuviera ocupada en ella misma, sin que le afectara lo que sucediera alrededor. 


No tuvo límites para desarrollarse ni en el apoyo que siempre le otorgué. Creí que mientras más tuviera e hiciera por ella, más le demostraba mi amor; imaginé que al evitarle sufrimientos o carencias, y facilitándole cualquier cosa que emprendiera,  lograría hacerla más feliz, sin embargo, en realidad solo sembré en el fondo de su corazón, sentimientos de desconsideración, de ingratitud y falta de valores verdaderos. 

...Y las consecuencias no se hicieron esperar. Convenientemente, ella ha ignorado cada gesto de amor y lealtad que recibió de mí…su madre. Le fue muy fácil olvidar los desvelos, los cuidados, las fiestas que cada año, ininterrumpidamente, organicé en su honor, el apoyo y el impulso que le brindé a cada uno de sus planes durante cada etapa de su vida, entre otras cosas.  Pero no se trata  de exponer el trabajo que efectué en bienestar de mi amada hija,  parecería echarle en cara cada una de mis acciones, obligatorias o no, que como madre llevé a cabo. Eso le corresponde recordarlo y valorarlo a ella, pero  es innegable que por bien de ella misma, tome un poco de su tiempo para hacer consciencia y medite  sobre la posición que asumió, y si lo considera necesario,  intente evolucionar como ser humano.  


Jamás podré arrepentirme del amor que le entregué, aunque estoy convencida que no supe demostrarlo de las formas adecuadas. Y la muestra está en que, a pesar de mi labor como madre,  ella eligió alejarse de mí, ¿los motivos? satisfacer y cubrir sus propios intereses  para seguir desarrollándose como siempre lo ha hecho, y eso,  yo no podía proporcionárseloAsí de sencillo. 

Comprendí que a veces, en las relaciones familiares, es mejor poner distancia emocional y, en algunos casos, geográfica, por tiempo indefinido. Lloré lágrimas de sangre para poder entenderlo, pero la vida es un trabajo constante y, muchas veces,  lastimoso.  Por lo tanto, no tuve opción, y preferí darle un ejemplo de fortaleza y de respeto, por lo que acepté su decisión de la forma más digna posible, a pesar de sentir que me había matado en vida.

Pero "Lo que no  mata,  fortalece", reza una frase célebre, y es cierto. Supe que es preferible abrir los ojos y darse cuenta que hay cosas que son inevitables, a pesar del dolor, la angustia y la decepción que nos causen...  y la muestra es que  hoy sigo aquí.

Esa hija que me desechó como un pedazo de papel inservible, debe reconocer que aquello que la impulsó a escoger el rumbo de su vida, optando por permanecer rodeada de privilegios y de comodidades, se debe a la libertad de elección que yo misma le inculqué desde pequeña; pudo decidir libremente, gracias a las premisas que le enseñé acerca de los derechos fundamentales que la "Ley de Vida" establece, como son: la libertad de pensamiento, de acción, de movimiento y de decisión.  Sin embargo, jamás pensé que esos mismos valores y principios que le enseñé, se revirtieran en mi contra y que sufriría en carne propia sus actitudes hirientes, frías, egoístas, omisas  y condenatorias. 


Reconozco que aquella vez, cuando expresó: "Quiero volver a sentirme orgullosa de ti, de la madre que fuiste", me sentí avergonzada, culpable, confundida por haberla afectado con ciertas decisiones que tomé. Sin embargo, a casi dos años de distanciamiento, hoy esa frase me indigna. Mis fallas y determinaciones personales nunca influyeron en mi papel de madre, nunca dejé de serlo, muy a su pesar, así que  no debió  utilizar mis decisiones como mujer,  como estandarte para su conveniencia. La manera de demostrarle mi amor y mi entrega fue incondicional, así que no tengo por qué ofrecer más pruebas de amor de las que ya entregué, para que ella pueda sentirse orgullosa de quien la trajo al mundo. 

Esa frase lacerante que expresó indebidamente, conlleva una gran carga de resentimiento, olvido e ingratitud… Nada de lo que hice fue suficiente para ella, no pude lograr, ni siquiera, un poco de consideración ni de respeto, mucho menos "algo" de orgullo por  mí, a pesar de que  fui yo quien le dio la vida, pero además,  le entregué mi vida misma...


Siendo ya una adulta,  debería analizar quién debe sentirse orgullosa de quién, mejor debería esforzarse para sentir orgullo de sí misma y comenzar a  trabajar desde ahora en perfeccionarse como persona, como profesional, como mujer,  como hija y, en un futuro, como madre. 

Mi abnegación no es ilimitada, aunque mi amor materno si lo es,  pero a la distancia.  Mi postura ante su determinación sigue siendo la misma que al principio: respeto su decisión y, aunque nunca más vuelva a verla, deseo que las pocas enseñanzas que le di sobre fortaleza, valor y coraje, pueda recordarlas y sacarlas de su interior  cuando llegue el momento en que deba enfrentarse a la vida de forma real, y también espero que nunca, nadie, le de la espalda, mucho menos la gente en la que ella confía y a la que ama, porque entonces sabrá del verdadero dolor que causa la soledad, la traición y el remordimiento. 

Si  se ha sentido avergonzada y no ha sido capaz de sentir un poco de orgullo ni de agradecimiento por su madre... ¡no es mi problema!, es solo de ella y tendrá que resolverlo, si es que algún día  desea vivir en paz consigo misma.  Pero eso, yo ya no lo veré.

Dicen que la ingratitud de los hijos tiene efectos kármicos, yo no deseo el mal a nadie, mucho menos a quien nació de mi vientre, quien es carne de mi carne y sangre de sangre….pero tampoco tengo el PODER para evitar que la vida le enseñe lo que debe aprender y que, por lo visto,  no supe transmitirle. 

Lo importante es que hoy puedo decir, con la frente muy en alto, que:  

A PESAR DE TODOS MIS DEFECTOS Y MIS POCAS VIRTUDES, DE MIS ERRORES Y ACIERTOS,  ESTOY MUY ORGULLOSA DE MÍ MISMA, DE LO QUE  FUI, DE LO QUE SOY Y DE LO QUE PUEDO LLEGAR A SER. 

No necesito que nadie se sienta orgullosa o avergonzada de su propia madre,  tampoco necesito que apruebe mi  proceder o  juzgue mi historia...a cada quien le tocará vivir su propia vida y solo entonces, podrá sentir orgullo de sus logros o vergüenza de sus propios fracasos. 

HOY, DEBO CONFESAR QUE AQUELLA AMARGA EXPERIENCIA HA QUEDADO EN EL PASADO... NO HA SIDO FÁCIL, PERO ADMITO QUE EL AMOR Y LA FUERZA DEL VÍNCULO QUE SIEMPRE EXISTIÓ ENTRE MI HIJA Y ESTA SERVIDORA, HAN LOGRADO SUPERAR LOS TRAGOS AMARGOS POR LOS QUE HEMOS ATRAVESADO.  FOMENTAR UNA SANA RELACIÓN ENTRE MADRE E HIJA ES UNA TAREA DIARIA, CONSTANTE, PERMANENTE, QUE REQUIERE DE CONFIANZA, AMOR Y, SOBRE TODO, RESPETO MUTUO.... Y ESA ES LA TAREA QUE DIA A DIA LLEVAMOS A CABO.

Por lo anterior,  puede concluirse que siempre es malo darlo todo y sin medida. No se les puede estar dando todo a los hijos cuando éstos lo quieran, las madres no debieran darles a los hijos todo cuanto pidan, en el momento que lo pidan. Hay que enseñarles a valorar las cosas, a valorar el sacrificio que por ellos se hace, a valorar cada cosa que se les da. Los hijos deben de comprender, desde niños, que la vida no es de color rosa y que todo cuesta, todo tiene un precio, todo se logra con el sudor de una frente. Hay que enseñar a los hijos a ser buenos hijos, no sólo preocuparnos por que tengan estudios y acceso a la universidad. 

Las madres sacrificadas deben darse a respetar, que los hijos ingratos sepan que muchas veces la madre se saca el pan de la boca para dárselos a ellos. Es necesario que los hijos lo sepan, es necesario no ocultarles la realidad de la dureza de la vida, es necesario que valoren cuanto se hace por ellos, que si la vida les es fácil es gracias a lo que por ellos se hace y muchas veces por lo mucho que se sacrifica por ellos.

Aunque muchos digan que para las madres no hay sacrificios, seamos honestas...sí los hay, y si nosotras mismas no aprendemos a reconocerlos, entonces no sabremos transmitirles a los hijos el valor de la vida, de los principios, del respeto ni del agradecimiento. 





MUJER: 

No hay super mamás ni madres con poderes mágicos, lo que hay son madres amorosas, trabajadoras y dignas de respeto. A los hijos hay que enseñarles a ser responsables. 

 Si eres madre de niños pequeños puede que aún estés a tiempo de cambiar la forma en la que les estás educando.


Pero a las madres que ya están sufriendo el abandono de sus propios hijos, sólo queda decirles que seguramente llegará el día en que sus hijos ingratos se den cuenta de que la madre que tuvieron fue realmente la mejor madre del mundo. Ojalá cuando se den cuenta de ello no sea demasiado tarde.

Si eres una hija, aunque seas ya adulta, y te sientes identificada, entonces posiblemente seas una mujer con suerte porque aún estás a tiempo de acercarte a tu madre, acércate a ella porque tenerla es como tener un pedacito de Dios. 


Si eres hija y aún no eres madre, se buena hija porque seguramente algún día serás madre, y este dolor que tu madre hoy sufre, pudiera ser también tu dolor el día de mañana, y créeme, no es fácil de soportar. 



Fuentes: 

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